Novela de las madejas del Vicentino. Las nueve que moráis allá en Parnaso espíritu me dad cual se requiere para cantar el más donoso caso que, en cuanto el sol sus rayos esparciere del Capricornio al Cancro, semejante no se verá jamás ni hombre lo espere. A las damas requiero que delante no estén las que lo son escrupulosas, guárdense de mi voz, no las encante; mas las que, ultra de ser bellas y hermosas, tienen el rico esmalte de discretas, podrán prestarme orejas amorosas; tomen, si gustaren, de estas tretas que a fe que seguirán un buen destino si imitan estas viejas alcahuetas. Íbanse pues tres dueñas un camino, con perdón, en tres asnos caballeras, aunque aquesto del son me trae mohíno. Casadas todas tres y muy mohatreras, pienso yo que el oficio que tenían debía ser sin falta panaderas, las cuales juntas iban y venían a una cierta ciudad desde su aldea, y allí juntas su pan muy bien vendían. Fortuna que las cosas acarrea según sus intenciones van guiadas, no como el apetito las desea, viniendo a la ciudad las tres casadas, les ofreció caídas en el suelo unas madejas de hilo bien curadas; las cuales de sus asnos hacia el suelo se abalançaron luego, codiciosas de añadir a su tela un pedaçuelo. Mas como todas tres muy presurosas llegaron , todas tres asieron de ellas, y todas tres tiraban animosas. Ninguna de las tres quería perdellas, cada una pretendía de llevarlas y antes morir que un paso dar sin ellas. Finalmente, en tomarlas y dejarlas, a la ciudad llegaron siempre asidas de las madejas sin jamás soltarlas, adonde ya en más cólera encendidas, las lenguas se ayudaran de las manos si no fueran con tiempo socorridas, porque llegaron fieles y escribanos, alguaciles, corchetes y el tiniente, con otros que persiguen los humanos. Y , vista su querella encontinente, después de haberse un rato bien reído, el tiniente apartó toda la gente y díjoles : "Hermanas, he querido llevar esta cuestión por otro fuero más blando que el que a mí me es permitido, por tanto, desde aquí sentencio y quiero que la que mejor burla hubiere hecho para el domingo prójimo primero a su marido, goce del derecho de todas y se lleve las madejas ella sola y la hagan buen provecho." A esto abajaron las orejas, aceptando por bueno el corte dado para acortar de pleito y de quejas. Y, por ponerse en ello aquel cuidado que se requiere, vueltas a su aldea antes que el sol se hubiere deslumbrado, todas tres de un jaez y una librea las burlas le llevaron, y en un día, que parece que nadie hay que lo crea. |
Primera burla. La primera de todas, pues, tenía a un mancebo viudo por vecino, que cuando la miraba se reía, echándole un requiebro muy benigno; la cual, como está diestra, acepto luego viendo cuánto atajaba del camino; y para ejecutar mejor el juego, pasándose ella en casa del amigo sin verlo su marido más que un ciego, como eran tan vecinos como digo, hizo el otro en su casa un agujero del tamaño a lo menos de un postigo, y tapóle después con un madero de suerte que pudiese ella quitalle y volvelle a poner como primero, y que por allí entrase a consolalle cuando menos pensase su marido con el intento dicho de burlalle. El trato, pues, entre ellos concluido Y ella con su marido ya acostada, sintieron sonar voçes y ruido y haciéndose de nuevas, la taimaba atento hace estar al desdichado que de las voçes no percibe nada. Mas, viendo ella el tiempo aparejado, dijóle : "¿No sabéis, decí, Fulano, lo que yo destas voçes he pensado ? Sabé que no se dan acaso en vano, que del veçino son que nuevamente se casa con la hija de los Tellanos, y como él pretendía justamente de su virginidad aprovecharse, según aquella moça es inocente, debe la necia agora de esquivarse y de que no la toque defenderse, cosa que, cual vos veis, no debe usarse." Dijo él : "Por cierto no, pues excusarse no puede, estando ya los dos casados y al fin, tarde o temprano debe hacerse. Y, pues que los veçinos obligados estamos a ayudarnos, yo me quiero llegar allá y dejarlos concertados." Ella aprueba el intento y él ligero de la cama saltó y abrió la puerta, y ella tras él se fue luego al madero. Entrada por allí cual gata muerta, delante de aquel viudo arrinconada se puso, arreboçada y encubierta. Entrado su marido en la posada, como la vio ansí puesta, pensó que era la buena de la necia desposada, y díjole : "Señora, sois austera, y hacéis contra raçón en esquivaros para una cosa tal de esa manera. A mí me ha dado pena el escucharos, y vengo a deshacer esta querella, si de mi voto holgáis de aprovecharos." El viudo dijo : "No hay raçón con ella." Él dijo : "Sí la habrá, yo haré que venga en lo que vos queréis hacer de ella. Yo juro, si no quiere, que os la tenga, porque no he de tornar a mi posada hasta que se haga aquello que convenga." Y como la vio estarse arrinconada, arremetiendo a ella muy mohíno, en braços la tomó, aunque forçada, y convidando al bueno del veçino de los pies y las manos la tenía, dándole el cuerpo franco, muy benigno. Y el viudo, que aquello se quería, cabalgó en el caballo que le daba el que de los estribos la tenía. Ella por desfacerse rempujaba, teniéndola en esta ansia su marido, que atento a aquella lucha siempre estaba. Al fin, aquel camino concluido, ella mucho se holgó y hiço su hecho, y al marido dos cuernos le han nascido ; el cual dijo : "Compadre, buen provecho os haga cuanto yo para mí quiero." Y a su casa se fue luego derecho. Mas a la cama su mujer primero llegó por el postigo declarado, volviéndose a cerrar con el madero. |
Segunda burla. La segunda, después de haber tratado con un fraile benito su concepto, burló desta manera a su velado. A la noche acostados y el probeto dormido, comenzó a llorar gimiendo : "Marido, ¡ay! que me muero yo os prometo. La madre i ay triste! se me va subiendo a la boca y quiere ya ahogarme, me parece, según me está batiendo. Por tanto, yo querría confesarme, ya vos sabéis con quién, querido hermano, que en San Benito habéisle visto hablarme." El triste, aunque era de noche y no verano, levantose y camina por traelle a su mujer el remedio que es más sano. Pero, en llegando allá, no pudo velle: que estaba cojo, respondió el portero, y que si no es en braços no hay movelle. Y con esta respuesta, muy ligero, a su mujer volvió, que se moría porque estaba diciendo : " ¡Ay, que me muero!" Y dándole el recaudo que traía, ella replicó luego muy severa: - "Suerte desventurada fue la mía, que a fe, si yo, marido, en tal os viera, aunque estuviera cojo y más tullido, a cuestas hasta acá os le trajera." A esto su marido muy confundido, no respondido y habla luego al portero y díxole : "Yo vengo apercibido, pues mi mujer está ya en lo postrero, y pierde ya la vida, he de llevalle a cuestas, y que venga le requiero." En esto, aquel modorro fue a llamalle, el cual de allí a gran rato, cojeando vino y aun necesario fue rogalle. Al fin, sobre sus cuestas recargando, començaron a andar con harta pena del asno que se iba derrengando, porque pesaba el fraile como arena y adrede hiço la carga más pesada, porque la burla fuese muy más buena. En fin, con gran trabajo a la posada llegaron do a la dueña oyeron luego quejarse de la madre, zangada. Y el marido, que en todo andaba ciego, rogó al padre que entrase luego dentro, que en verle su mujer tendría sosiego. Entrose el fraile ... De primer encuentro tan llena la dexó de amor que vino a hacer por do entrase el aire dentro. En fin, la madre a su lugar se vino, porque estaba devota la paciente y el método del padre abrió el camino. Y como quedo sana la doliente volvió a llevalle a cuestas el marido al fraile que curaba su accidente; y como de llevarle fue venido y a su mujer halló tan sosegada, en la cama con ella se ha metido. Y entrando la una pierna arrebujada, sintió que los pañetes olvidados se quedaron al padre en la posada; Y la mugen le dijo : " ¡Ay, mis pecados, que los paños benditos son aquestos con que han sido mis males remediados! Sabed, si no sabéis, marido, que éstos son los que San Benito se vestía, y ansí sanan del mal donde son puestos. Por esto ¡ay, desorejada ! yo querría que se volviesen luego y le digáis que me perdone la ignorancia mía." "Yo lo haré, mujer, como mandáis, dijo él, y sea luego si os parece." "Ansí, marido, sí, ansí viváis." |
Terçera burla. Tras ésta, la tercera que se ofrece es la que llaman buena y valadera si el arte y el ingenio se encarece. Érase, dicen, vil moça la tercera, pero, el embuste della contemplando, paréceme debe ya ser matrera. Tenía en casa un moço desbarbado que el boço casi casi le apuntaba, rehecho a maravilla y bien tratado. De aqueste su marido confiaba logrança y labrança y todo el resto, y aun la dueña también le retoçaba. Pues, como ella le vio tan bien dispuesto, pensó cómo ganarse al plaço dado con una gentil burla el premio puesto. Y habiéndole primero ella enseñado lo que decir y hacer le convenía, una noche después de haber cenado, començó ella a alabar la valentía del moco, y de la suerte que apostaba que a marido y mujer levantaría. El moco qu'advertido al punto estaba, dijo : "¡Por Dios!, mi fuerça es harto flaca, - porque nunca es valiente quien se alaba - mas, ásgase nuestro amo de una estaca, tan metida en el suelo y tan hincada que pueda detener una carraca, y póngase nuestra ama rellanada encima, y si entrambos yo no alzare, yo perderé la cabra remandada. Nuestro amo apostará lo que mandare; yo a hacer lo que está dicho me preparo, o perder si a los dos no levantare." Dixo el marido : "Soy contento y quiero que la prueba se haga sin tardar; yo apuesto un chivato y un cordero."- -"Pues ¡sus!, dijo la dama, no hay que hablar sobre la apuesta más, y la estaca venga. Ya sé, marido, que hemos de ganar; mas porque ella sea tal que nos convenga, de aquel roble la haced, por vuestra vida, para que, aunque nos alce, nos detenga." Hecha la estaca pues y bien metida, bajose el marido y asió della y la mujer se echó sobre él tendida boca arriba y el moço sobre ella. Ya tenía las faldas arremangadas al garañón que había de imponella. Y como ella sintió las espoladas: "¡Tené, tené, marido, voceaba, que tiene éste una fuerça de endiablado!" Y ansí el moço de encima rempujaba, y el marido debajo resistía y ella en medio de entrambos se brincaba; cuando el marido arriba la subía, el moço, desde arriba forcejando, bajarse para abajo les hacía. Y al fin, ora subiendo, ora bajando, "¡Tened, tened, decía, no nos levante!"- Él: " iPor Dios, no hará!", siempre acezando. Y llegando la lucha a dulce instante, alzose el mozo y dijo : "Estoy molido, no puedo más ¡por Dios! no soy bastante." "Pues ¡sus!, dijo la dueña, alçaos, marido, que la apuesta los dos hemos ganado, pues dice que se rinde por vencido." Desta suerte el marido fue burlado, que a su mujer los fuelles levantaba, teniendo al otro encima bien plantado. Dicen que cuando aquesta relataba al tiniente su burla, de tal suerte y con tanto primor lo declaraba, que él dijo : "Tus madejas quiero darte, hermana, y ve con Dios, que según eres, miedo tengo y aun sólo de escucharte: que mas sabéis que el diablo las mujeres. Pulsa aquí para leer poemas SATÍRICO-BURLESCOS
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Soñaba una doncella que dormía con un galán que amaba tiernamente, y que él en todo andaba diligente y descuido en todo no tenía. Ella, aunque mal, al fin, se resistía, diciendo: «¿Qué dirá de mí la gente?», En efecto cumplió con su accidente, dando los dos remate a su porfía. El galán la besaba y abrazaba con más calor que un encendido leño; lo dulce a derramar no comenzaba, cuando se despertó, y dijo al sueño: «¿Durar un poco más, qué te costaba, pues para mí era gusto no pequeño?» PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SOBRE SUEÑOS y aquí para leer poemas eróticos |