Fray Melchor de la Serna

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Novela de las madejas del Vicentino

Soñaba una doncella que dormía...

 

Novela de las madejas del Vicentino.

Las nueve que moráis allá en Parnaso

espíritu me dad cual se requiere

para cantar el más donoso caso

que, en cuanto el sol sus rayos esparciere

 del Capricornio al Cancro, semejante

no se verá jamás ni hombre lo espere.

A las damas requiero que delante

no estén las que lo son escrupulosas,

guárdense de mi voz, no las encante;

 mas las que, ultra de ser bellas y hermosas,

tienen el rico esmalte de discretas,

podrán prestarme orejas amorosas;

tomen, si gustaren, de estas tretas

que a fe que seguirán un buen destino

 si imitan estas viejas alcahuetas.

Íbanse pues tres dueñas un camino,

con perdón, en tres asnos caballeras,

aunque aquesto del son  me trae mohíno.

Casadas todas tres y muy mohatreras,

pienso yo que el oficio que tenían

debía ser sin falta panaderas,

las cuales juntas iban y venían

a una cierta ciudad desde su aldea,

y allí juntas su pan  muy bien vendían.

Fortuna que las cosas acarrea

según sus intenciones van guiadas,

no como el apetito las desea,

viniendo a la ciudad las tres casadas,

les ofreció caídas en el suelo

unas madejas de hilo bien curadas;

las cuales de sus asnos hacia el suelo

se abalançaron luego, codiciosas

de añadir a su tela un pedaçuelo.

Mas como todas tres muy presurosas

llegaron , todas tres asieron de ellas,

y todas tres tiraban animosas.

Ninguna de las tres quería perdellas,

cada una pretendía de llevarlas

y antes morir que un paso dar sin ellas.

Finalmente, en tomarlas y dejarlas,

a la ciudad llegaron siempre asidas

de las madejas sin jamás soltarlas,

adonde ya en más cólera encendidas,

las lenguas se ayudaran de las manos

si no fueran con tiempo socorridas,

porque llegaron fieles y escribanos,

alguaciles, corchetes y el tiniente,

con otros que persiguen los humanos.

Y , vista su querella encontinente,

después de haberse un rato bien reído,

el tiniente apartó toda la gente

y díjoles : "Hermanas, he querido

llevar esta cuestión por otro fuero

más blando que el que a mí me es permitido,

por tanto, desde aquí sentencio y quiero

que la que mejor burla hubiere hecho

para el domingo prójimo primero

a su marido, goce del derecho

de todas y se lleve las madejas

ella sola y la hagan buen provecho."

A esto abajaron las orejas,

aceptando por bueno el corte dado

para acortar de pleito y de quejas.

Y, por ponerse en ello aquel cuidado

que se requiere, vueltas a su aldea

antes que el sol se hubiere deslumbrado,

todas tres de un jaez y una librea

las burlas le llevaron, y en un día,

que parece que nadie hay que lo crea.

Primera burla.

La primera de todas, pues, tenía

a un mancebo viudo por vecino,

que cuando la miraba se reía,

echándole un requiebro muy benigno;

la cual, como está diestra, acepto luego

viendo cuánto atajaba del camino;

y para ejecutar mejor el juego,

pasándose ella en casa del amigo

sin verlo su marido más que un ciego,

como eran tan vecinos como digo,

 hizo el otro en su casa un agujero

del tamaño a lo menos de un postigo,

y tapóle después con un madero

de suerte que pudiese ella quitalle

y volvelle a poner como primero,

y que por allí entrase a consolalle

cuando menos pensase su marido

con el intento dicho de burlalle.

El trato, pues, entre ellos concluido

Y ella con su marido ya acostada,

sintieron sonar voçes y ruido

y haciéndose de nuevas, la taimaba

atento hace estar al desdichado

que de las voçes no percibe nada.

Mas, viendo ella el tiempo aparejado,

dijóle : "¿No sabéis, decí, Fulano,

lo que yo destas voçes he pensado ?

Sabé que no se dan acaso en vano,

que del veçino son que nuevamente

se casa con la hija de los Tellanos,

y como él pretendía justamente

de su virginidad aprovecharse,

según aquella moça es inocente,

debe la necia agora de esquivarse

y de que no la toque defenderse,

 cosa que, cual vos veis, no debe usarse."

Dijo él : "Por cierto no, pues excusarse

no puede, estando ya los dos casados

y al fin, tarde o temprano debe hacerse.

Y, pues que los veçinos obligados

estamos a ayudarnos, yo me quiero

llegar allá y dejarlos concertados."

Ella aprueba el intento y él ligero

de la cama saltó y abrió la puerta,

y ella tras él se fue luego al madero.

Entrada por allí cual gata muerta,

delante de aquel viudo arrinconada

se puso, arreboçada y encubierta.

Entrado su marido en la posada,

como la vio ansí puesta, pensó que era

 la buena de la necia desposada,

y díjole : "Señora, sois austera,

y hacéis contra raçón en esquivaros

para una cosa tal de esa manera.

A mí me ha dado pena el escucharos,

 y vengo a deshacer esta querella,

si de mi voto holgáis de aprovecharos."

El viudo dijo : "No hay raçón con ella."

Él dijo : "Sí la habrá, yo haré que venga

en lo que vos queréis hacer de ella.

Yo juro, si no quiere, que os la tenga,

porque no he de tornar a mi posada

hasta que se haga aquello que convenga."

Y como la vio estarse arrinconada,

arremetiendo a ella muy mohíno,

 en braços la tomó, aunque forçada,

y convidando al bueno del veçino

de los pies y las manos la tenía,

dándole el cuerpo franco, muy benigno.

Y el viudo, que aquello se quería,

cabalgó en el caballo que le daba

el que de los estribos la tenía.

Ella por desfacerse rempujaba,

teniéndola en esta ansia su marido,

que atento a aquella lucha siempre estaba.

Al fin, aquel camino concluido,

ella mucho se holgó y hiço su hecho,

y al marido dos cuernos le han nascido ;

el cual dijo : "Compadre, buen provecho

os haga cuanto yo para mí quiero."

Y a su casa se fue luego derecho.

Mas a la cama su mujer primero

llegó por el postigo declarado,

volviéndose a cerrar con el madero.

Segunda burla.

La segunda, después de haber tratado

con un fraile benito su concepto,

burló desta manera a su velado.

A la noche acostados y el probeto

dormido, comenzó a llorar gimiendo :

"Marido, ¡ay! que me muero yo os prometo.

La madre i ay triste! se me va subiendo

a la boca y quiere ya ahogarme,

me parece, según me está batiendo.

Por tanto, yo querría confesarme,

ya vos sabéis con quién, querido hermano,

que en San Benito habéisle visto hablarme."

El triste, aunque era de noche y no verano,

levantose y camina por traelle

a su mujer el remedio que es más sano.

Pero, en llegando allá, no pudo velle:

que estaba cojo, respondió el portero,

y que si no es en braços no hay movelle.

Y con esta respuesta, muy ligero,

a su mujer volvió, que se moría

porque estaba diciendo : " ¡Ay, que me muero!"

Y dándole el recaudo que traía,

ella replicó luego muy severa:

- "Suerte desventurada fue la mía,

que a fe, si yo, marido, en tal os viera,

aunque estuviera cojo y más tullido,

a cuestas hasta acá os le trajera."

A esto su marido muy confundido,

no respondido y habla luego al portero

y díxole : "Yo vengo apercibido,

pues mi mujer está ya en lo postrero,

y pierde ya la vida, he de llevalle

a cuestas, y que venga le requiero."

En esto, aquel modorro fue a llamalle,

el cual de allí a gran rato, cojeando

vino y aun necesario fue rogalle.

Al fin, sobre sus cuestas recargando,

començaron a andar con harta pena

del asno que se iba derrengando,

porque pesaba el fraile como arena

y adrede hiço la carga más pesada,

porque la burla fuese muy más buena.

En fin, con gran trabajo a la posada

llegaron do a la dueña oyeron luego

quejarse de la madre, zangada.

Y el marido, que en todo andaba ciego,

rogó al padre que entrase luego dentro,

que en verle su mujer tendría sosiego.

Entrose el fraile ... De primer encuentro

tan llena la dexó de amor que vino

a hacer por do entrase el aire dentro.

En fin, la madre a su lugar se vino,

porque estaba devota la paciente

y el método del padre abrió el camino.

Y como quedo sana la doliente

volvió a llevalle a cuestas el marido

al fraile que curaba su accidente;

y como de llevarle fue venido

y a su mujer halló tan sosegada,

en la cama con ella se ha metido.

Y entrando la una pierna arrebujada,

sintió que los pañetes olvidados

se quedaron al padre en la posada;

Y la mugen le dijo : " ¡Ay, mis pecados,

que los paños benditos son aquestos

con que han sido mis males remediados!

Sabed, si no sabéis, marido, que éstos

son los que San Benito se vestía,

y ansí sanan del mal donde son puestos.

Por esto ¡ay, desorejada !  yo querría

que se volviesen luego y le digáis

que me perdone la ignorancia mía."

"Yo lo haré, mujer, como mandáis,

dijo él, y sea luego si os parece."

"Ansí, marido, sí, ansí viváis."

Terçera burla.

Tras ésta, la tercera que se ofrece

es la que llaman buena y valadera

si el arte y el ingenio se encarece.

Érase, dicen, vil moça la tercera,

pero, el embuste della contemplando,

paréceme debe ya ser matrera.

Tenía en casa un moço desbarbado

que el boço casi casi le apuntaba,

rehecho a maravilla y bien tratado.

De aqueste su marido confiaba

logrança  y labrança y todo el resto,

 y aun la dueña también le retoçaba.

Pues, como ella le vio tan bien dispuesto,

pensó cómo ganarse al plaço dado

con una gentil burla el premio puesto.

Y habiéndole primero ella enseñado

lo que decir y hacer le convenía,

una noche después de haber cenado,

començó ella a alabar la valentía

del moco, y de la suerte que apostaba

que a marido y mujer levantaría.

El moco qu'advertido al punto estaba,

dijo : "¡Por Dios!, mi fuerça es harto flaca,

- porque nunca es valiente quien se alaba -

mas, ásgase nuestro amo de una estaca,

tan metida en el suelo y tan hincada

que pueda detener una carraca,

y póngase nuestra ama rellanada

encima, y si entrambos yo no alzare,

yo perderé la cabra remandada.

Nuestro amo apostará lo que mandare;

yo a hacer lo que está dicho me preparo,

o perder si a los dos no levantare."

Dixo el marido : "Soy contento y quiero

que la prueba se haga sin tardar;

yo apuesto un chivato y un cordero."-

-"Pues ¡sus!, dijo la dama, no hay que hablar

sobre la apuesta más, y la estaca venga.

Ya sé, marido, que hemos de ganar;

mas porque ella sea tal que nos convenga,

de aquel roble la haced, por vuestra vida,

para que, aunque nos alce, nos detenga."

Hecha la estaca pues y bien metida,

bajose el marido y asió della

y la mujer se echó sobre él tendida

boca arriba y el moço sobre ella.

Ya tenía las faldas arremangadas

al garañón que había de imponella.

Y como ella sintió las espoladas:

"¡Tené, tené, marido, voceaba,

que tiene éste una fuerça de endiablado!"

Y ansí el moço de encima rempujaba,

y el marido debajo resistía

y ella en medio de entrambos se brincaba;

cuando el marido arriba la subía,

el moço, desde arriba forcejando,

bajarse para abajo les hacía.

Y al fin, ora subiendo, ora bajando,

"¡Tened, tened, decía, no nos  levante!"-

Él: " iPor Dios, no hará!", siempre acezando.

Y llegando la lucha a dulce instante,

alzose  el mozo y dijo : "Estoy molido,

no puedo más ¡por Dios! no soy bastante."

"Pues ¡sus!, dijo la dueña, alçaos, marido,

que la apuesta los dos hemos ganado,

pues dice que se rinde por vencido."

Desta suerte el marido fue burlado,

que a su mujer los fuelles levantaba,

teniendo al otro encima bien plantado.

Dicen que cuando aquesta relataba

al tiniente su burla, de tal suerte

y con tanto primor lo declaraba,

que él dijo : "Tus madejas quiero darte,

hermana, y ve con Dios, que según eres,

miedo tengo y aun sólo de escucharte:

que mas sabéis que el diablo las mujeres.

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Soñaba una doncella que dormía

con un galán que amaba tiernamente,

y que él en todo andaba diligente

y descuido en todo no tea.

Ella, aunque mal, al fin, se resistía,

 diciendo: «¿Qué dirá de la gente?»,

En efecto cumplió con su accidente,

dando los dos remate a su porfía.

El galán la besaba y abrazaba

con más calor que un encendido leño;

lo dulce a derramar no comenzaba,

cuando se desper, y dijo al sueño:

«¿Durar un poco más, qué te costaba,

pues para mí era gusto no pequeño?»

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